He salido del hotel muy temprano, sin desayunar. Ya tomaré algo en alguna de las estupendas cafeterías de París.

Me dirijo hacia el Sena. Una brisa fría y húmeda viene del río y me azota la cara. Me levanto el cuello de mi abrigo y encajo mi sombrero  hasta las orejas.

He madrugado porque quiero ver cómo se ponen en marcha los Bouquinistes. Cómo abren los cajones, despliegan los libros, colocan los precios y… a esperar que lleguen los clientes.

—Bonjour monsieur! —el más madrugador me saluda con una sonrisa. —Voulez-vous du café? Le matin est froid.

La tradición con los libros de segunda mano comenzó alrededor del siglo XVI con pequeños vendedores ambulantes de almanaques e impresos. La difusión de los libros entonces estaba muy reglamentada, y en 1577 un decreto real asimiló a los comerciantes ambulantes de libros con ladrones, encubridores, y gente de dudosas costumbres, mientras que en 1578, en una sentencia, se reconoció la existencia de diez libreros ambulantes.

Los "bouquinistes de París", Francia, son los vendedores de libros usados y antiguos situados a lo largo de una buena parte de las orillas del Sena: en la margen derecha del Pont Marie al Quai du Louvre, y en la orilla izquierda del Quai de la Tournelle al Quai Voltaire.

Con Napoleón los buquinistas se multiplicaron, y pronto fueron reconocidos por los poderes públicos. En 1859, una reglamentación permitió a los vendedores de libros antiguos y usados establecerse en puntos fijos. Cada uno pasó a tener derecho a 10 metros de barandilla por una cuota anual de 26,35 francos y una licencia de 25 francos. Usualmente permanecían abiertos de sol a sol. Por último, en 1930, se fijaron las dimensiones de las «cajas».

Se instalaron a lo largo de más de tres kilómetros a orillas del río Sena y fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

En la actualidad los 240 vendedores de libros de la utilizan  novecientas "cajas verdes", lo que permite albergar y exhibir unos 300 000 libros antiguos, así como un gran número de revistas, sellos, y tarjetas comerciales.

París, con sus cajas convertidas en quioscos casi desde que sale el Sol hasta que se pone, constituye aún hoy día la librería a cielo abierto más grande del mundo.

El emblema tradicional de los libreros de segunda mano es un lagarto mirando una espada. El lagarto señala que los buquinistas esperan el sol para abrir sus cajas y mantener actividad, mientras que la espada aspira y señala la noble profesión de librero a la que se dedican.

Reglamento de los bouqiuinistes.

Artículo 9 de la ley de octubre de 1993, firmada por Jacques Chirac:

Las cajas utilizadas por las tiendas de libros serán de un tipo aprobado por la Administración con un gálibo exterior determinada por las dimensiones inferiores, para una longitud máxima de 8,6 metros:

  • Longitud: 2 metros
  • Ancho: 0,75 metros
  • Altura:
  • Lado Sena: 0,6 metros
  • Lado de la orilla: 0,35 metros
  • Las dimensiones indicadas corresponden a cajas cerradas, tapas incluidas.
  • Durante el uso, el borde superior de la caja abierta no debe llegar a más de 2,1 metros sobre el suelo.